El periodista Francisco Peregil, enviado a Amstetten para cubrir la noticia, realiza un reportaje en profundidad del caso, haciendo un repaso de aquellos aspectos de la biografía de Fritzl que mayor impacto han tenido las páginas de los tabloides. Este reportaje puede funcionar como compendio y resumen del caso del Carcelero de Amstetten, lo que nos parece un motivo fundado para defender su selección.
Se nos informa, por ejemplo, que Fritzl no tuvo ningún tipo de dificultades a la hora de adoptar a tres de sus hijos-nietos debido a que en Austria los antecedentes por delitos sexuales prescriben a los quince años de ser cometidos; su historial no registraba, por lo tanto, los múlptiples casos de violación en los que Fritzl reincidió en los años 60 en Linz, una ciudad próxima a Amstetten –población en la que, curiosamente, se crió Adolf Hitler, y al que muchos periodistas han relacionado, con evidente oportunismo e invocando constantemente al literato Thomas Bernharnd, con el Carcelero de Amstetten. Por estos delitos sexuales llegó a pasar una temporada de dieciocho meses entre las rejas.
El reportaje intenta retratar la terrible escena que dio origen a esta terrible historia: “El martes 28 de agosto de 1984, Fritlz le pidió que le ayudara a subir una carga del sótano. Y ya no volvió a ver la luz del día hasta esta semana. Elisabeth tenía entonces 18 años. En su declaración a la policía, Elisabeth comentó cómo el padre la mantuvo esposada a un poste los dos primeros días, y durante los seis o nueve meses siguientes -Elisabeth no recuerda bien- permaneció atada con una cuerda que sólo le permitía llegar al baño. Fritzl, que ha reconocido la paternidad de todos los hijos de Elisabeth, ha negado que la mantuviera atada.”
Finalmente, nos resulta impactante el retrato que el periodista realiza, certeramente, del ambiente que se percibe en Amstetten: un lugar tranquilo, en el que nada ocurre y el que hasta el mismo detalle puede interpretarse como la representación perfecta de lo civilizado y lo occidental. Contraponer esta imagen acaso idílica y refinada con las morbosas fotografías del zulo en el que Fritzl mantuvo cautivos a su hija Elisabeth y a sus hijos-nietos provoca un efecto espeluznante. Este factor –el descubrimiento de una realidad cruenta en la que aún pervive el espectro del nazismo, como sugiere la nobel Elfriede Jelinek, bajo la superficie visible de Austria- será recurrente a lo largo de la vida de esta noticia.